Desafío Calar del Río Mundo: 65 km de belleza Alpina.

El furor de la salida hace que no sienta el frío que nos acompaña en nuestro madrugón. Con solo la luz de mi frontal y muchas ganas de empezar, me lanzo cuesta bajo con la cabeza de la carrera. Pronto me sobra ropa ¡Ya estamos en harina!



Sólo dos se van por delante, perdiendo muy pronto la referencia de su luz. Queda mucho tiempo para poder alcanzarlos. Me centro en las luces que me siguen: son muchas y las llevo pegadas. 

Las primeras pendientes hacia los Chorros, me dejan claro que las subidas aquí son largas y sus bajadas técnicas. Voy sólo,esta oscuro, corro tranquilo, no quiero perderme.

Nosotros pasamos de noche, pero eso es lo que se hubiese visto.
La noche es difícil, la concentración debe de ser máxima. Pendiente de las señales me dispongo a atacar el Padroncillo. Las fuerzas están casi intactas, lo supero con destreza. Voy recortando al de delante, pero a los de detrás no los separo.

La fluidez de la subida se pierde al bajar por su arista. Echo de menos más señales que me indiquen el camino correcto, despistándome en ocasiones, pero nada de importancia. El terreno es duro, técnico y muy bonito. Y mi físico todavía me deja disfrutarlo.

Todavía de noche por la cresta
Saludo al día llegando al campamento de San Juan, donde me avituallo a conciencia. La lección aprendida de otras ultras: beber y comer tan importante como correr.

Me dicen que voy cerca del segundo, pero no lo veo. Y a los de detrás los escucho hablar. Como mínimo son dos y parece que van frescos. Toca correr hasta la siguiente subida. 

Una desesperante pista ancha con un poquito de subida, donde compruebo que ya no voy tan fresco, me pone en la falda de la siguiente montaña. Estoy a mitad de carrera y me enfrento a la Sarga. Una subida con un impresionante perfil donde en ocasiones me cuesta hasta andar. Completo la ascensión ayudándome en ocasiones con las manos y notando el aliento de mis perseguidores muy cerca. No los veo, pero en el silencio de la montaña los sigo oyendo.

Me exijo un poco en la larga bajada por pista, agradeciendo lo rápido que pasas los kilómetros. Obteniendo como premio el poder alcanzar al segundo clasificado antes de llegar a Riopar Viejo. Parece cansado y lo pruebo en una corta subida, pero no se despega e incluso me aprieta ante de llegar al cuarto avituallamiento. Decido no salir con él, ya empiezo a ir justo de fuerzas y no me gustaría desfondarme en una lucha por el segundo puesto que me lleve a perder todo lo que llevo hecho. 

Riopar Viejo

Afronto en solitario la aparte más dura de la prueba: La subida a la Almenara precedida por su técnica arista de aproximación. Pero nunca pude imaginar lo que realmente me esperaba, pues después de sufrir mucho por una arista ascendente, y cuando ya parecía que nos bajaban hacia el quinto avituallamiento, llego la sorpresa de la carrera. Una verdadera pared de 500 metros de altura para poder coronar la cota más alta de la carrera.

Cresta de la Almenara con el Pico al fondo

La suma de la falta de fuerzas, inclinación exagerada, terreno pedregoso y varios perseguidores ya muy cerca, hizo que pasara por mi cabeza la posibilidad de perder el tercer puesto duramente defendido durante toda la jornada. Pero si alguien me lo quería quitar, tendría que luchar hasta el último metro.

Con las piernas recuperadas de la gran subida, un bocadillo de nocilla y algo de agua en la mochila, empieza una nueva carrera de 10 kilómetros, donde defender mi pódium. Me lanzo cuesta abajo con todo lo que aun me queda. Las piernas responde y los metros van pasando rápidos. Calculo que mi perseguidor estará a un minuto como mínimo pero ya no le queda tiempo para pillarme. Me planto en Riopar con muchas ganas de acabar. Apreto por el pueblo y veo al segundo, pero ya no queda tiempo, entrando a 10 segundo de él en una muy luchada tercera posición.




No hay comentarios:

Publicar un comentario